Mi historia con el implante subdérmico

Testimonio de Montserrat Fernández

Cuando me enteré de la existencia del implante subdérmico yo llevaba casi un año con mi novio de ese entonces. También llevaba ya un rato con la pastilla anticonceptiva (al menos unos seis meses), pero la verdad es que no era mi método favorito.

Para ser sincera, soy una persona bastante distraída y mi trabajo en ese momento era súper demandante, mala combinación cuando debes tomarte el anticonceptivo religiosamente a la misma hora todos los días; entonces muchas veces se me pasaba el horario, aunque tenía varias alarmas, y vivía con el miedo constante de quedar embarazada (no lo descarto, pero definitivamente no está en mis planes a corto y mediano plazo formar una familia).

Ya estaba valorando otros métodos cuando una de mis primas, que trabaja en sector salud, me contó del implante subdérmico. Obvio no me dijo con lujo de detalle qué es y cómo funciona, pero sí me explicó lo básico: te ponen el implante en el brazo, que diario libera hormonas y te protege durante tres años.

Inmediatamente supe que quería ese método, o al menos uno similar. Había pensado en el DIU, pero la verdad es que me daba mucho miedo el dolor de ponérmelo (me da risa porque hace poco me quité el implante y me puse el DIU de plata, y sí fue incómoda la colocación y los cólicos al principio, pero ahora lo amo). Investigué un poco más y saqué cita con mi ginecóloga para platicarle que me interesaba este método.

Lo platicamos, comparamos opciones y me dio más información sobre el implante. Me explicó que son dos varillas chiquitas, pero flexibles, que van justo debajo de la piel del antebrazo; ya viene cargado con una cantidad específica de hormona y la libera diario. No recuerdo el nombre de la hormona, pero se supone que es la encargada de evitar la ovulación, y sin ovulación tampoco puede haber fecundación.

Yo dije “¡De aquí soy!” y al final sí elegí el implante subdérmico porque no es tanta faramalla ponerlo, pero sobre todo porque una vez colocado ya no tienes que preocuparte por horarios ni tienes que estar compre y compre pastillas (en mi caso), inyecciones o lo que sea que uses. No me lo puse esa vez porque me recomendó ir mejor el primer día de mi menstruación.

Total, regresé al consultorio el primer día de mi periodo (con cólicos bien feos, me acuerdo perfecto) a ponerme el implante. Mi ginecóloga me dijo que se coloca en el brazo no dominante; como yo soy zurda, mi implante quedó en el brazo derecho.

Estaba nerviosa porque cualquier procedimiento médico, por más sencillo que sea, me pone un poco ansiosa y entonces me imagino que va a doler muchísimo. La doctora extendió mi brazo e inyectó anestesia local; me hizo una pequeña incisión y metió con un tubito el implante.

No dolió casi, pero sí fue incómodo porque, pues, es un objeto foráneo y tu cuerpo se queda así de “Oye, ¿y esto qué o por qué?”. Mi piel es de verdad mega sensible, entonces al otro día amanecí con un moretón grande; el brazo me dolía más o menos como cuando te vacunan, pero a la semana no sentía nada.

Mi cuerpo se acopló relativamente rápido a las hormonas, y después de un año me dejó de bajar (de vez en cuando tuve manchado intermenstrual). Lo tuve los tres años y me hizo muy feliz, pero opté mejor por el DIU de plata y no otra vez el implante porque me gustaría darle un ratito a mi cuerpo sin hormonas. El implante me dejó con buen sabor de boca y es un método que recomiendo mucho.

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